Hace 10 días que llegué a este lugar que me tiene enamorada y que
vengo, año tras año,desde hace seis años
ya.
Es un lugar en el que a muchas
personas puede resultarles un sitio más donde
visitar, sin embargo a mí me
produce una comunión con el entorno, que
no puedo explicar .
Cada año, cuando inicio mis paseos, es como si fuera mi primera vez
en la que recorro estas alamedas, observando los colores del otoño,
percibiendo los sonidos que producen el agua del río en su recorrido por el delgado
cauce. Los trinos de las distintas aves e incluso ver
cómo alza el vuelo una garza. Observar cómo corren las ardillas a tu lado, sin
que te den tiempo a captar una imagen de ellas. Mirar a los gatos, como levantan el lomo y se quedan
agazapados detectando por dónde viene su presa. Los olores, son otro de los sentidos que me despierta
este lugar, los romeros, tomillos, coníferas,
y sobre todo la descomposición de la multitud de hojas que hacen verdaderas
alfombras por los caminos de este paraje.
Y hay un sin fin de imágenes que
guardo cada año en mi memoria, aparte de en mi IPad y cámara. La diversidad de vegetación que hay en el
entorno, no sólo las plantas ornamentales que hay en los jardines, sino en la
vegetación de los caminos, veredas del río, sin olvidarme de los cientos de
árboles que hay en toda la zona delimitada o no del balneario.
Cuando llegué hace 10 días, pensé que todo seguía igual. A simple vista, así lo parecía, pero no, según he ido
avanzando día a día en mis paseos, he podido observar que esas extensas arboledas, en las que me encantaba pasear y
observar desde abajo, como se juntaban su altas ramas y apenas se vislumbraba el cielo, habían sido taladas
y vuelto a replantar.
Me daba mucha pena que esos árboles que habrían observado
a lo largo de los años la cantidad que gente que habíamos paseado debajo de ellos, ya no estaban. Habían dado paso a una nueva
vida.
Hoy, según iba paseando por los tajos que se alzan en el acceso de la carretera de Alhama al Balneario, me he dado cuenta de la similitud
que existe entre las extinguidas alamedas y yo.
El camino de los Tajos, es una carretera sinuosa, con una altura
considerable desde la carretera al fondo del precipicio, donde corre el río, ,
no muy aconsejable para los que padecen vértigo. Y en el otro lado del camino observas en sus enormes y robustas rocas que por sus grietas
asoma la vida, en forma de vegetación. Todo ello da lugar a una gran diversidad
en el paisaje. Recorrido que desde mi
primer día de estancia, pensaba que en este viaje , no podría deleitarme de él
Al acabar mi paseo, me he dado cuenta que el día de hoy, ha sido una
explosión de sentimientos.
Cuando llegué, parecía que mi vida seguía todo igual, al igual que aquí, , a
pesar de que en realidad es falso. Nosotros mismos nos ponemos una venda en los
ojos, porque no queremos ver la realidad, bien para no afrentarnos a lo que
tenemos al rededor, o bien a nuestros propios sentimientos.
En estos últimos meses ha habido algunos acontecimientos en los que mi vida
ha sido un tirar para adelante, sin apenas tener fuerzas para ello, dando lugar
hace apenas un mes y medio, en que mi vida ha pendido de un hilo.
A pesar de sentir, que la vida casi
se te ha escapado de las manos, sigues sin querer vocalizar y reconocer que hay
muchos sentimientos reprimidos desde tu infancia, que aunque tú has crecido, y en
la actualidad eres tan adulta, cómo para contar un montón de vivencias a tus
nietos, pero no eres capaz de ver que esos sentimientos siguen anclados en el
pasado.
No eres capaz de tomar decisiones, porque te sientes culpable y piensas que
esas decisiones son crueles y con ellas no estás pensando en los demás, sino en
ti, falso, todo un error. Primero tenemos que ser uno mismo, y luego los demás.
Alhama de G., 15-11-15